miércoles, 25 de febrero de 2009

Consejos

Conversando hace ya mucho tiempo con una de mis jefas, y en un alarde de madurez de esos que les da a la gente mayor que tú que te ve perdido o desorientado, escuché una de las frases que creo que no olvidaré nunca.

La decisión más importante que vas a tomar en tu vida, no es tu trabajo o lo que hagas con tu vida, es la persona con la que decidas pasarla.

En aquel momento yo me reí al pensar en lo cómico de la situación: mi jefa me hablaba con total seriedad sobre relaciones de pareja encaramada a una escalera mientras colocaba un pedido y yo desde abajo le iba pasando cajas... Sin embargo, aquellas sabias palabras se quedaron en mi mente y poco después me hicieron pensar en lo irónico que era que justo esa misma semana, yo ya estuviese encaminando mi futuro profesional y sentimental sin que ella conociese ninguno de ambos detalles.

Hoy he recordado este momento, supongo que por lo que me cuenta alguien que para variar está lejos y que cada vez está más segura de con quién quiere compartir su vida. Yo... yo nunca he estado seguro de eso... Para mí las relaciones no eran decisiones a tomar, venían y se iban y sólo en el ámbito profesional aparecían las oportunidades que requerían una valoración. Pero puede que me esté dando cuenta de que es hora de tomar decisiones. De que algún día seré yo el que esté subido a esa escalera y tendré que tener un buen consejo listo para dárselo a algún alma inexperta y perdida. Puede que le diga: las relaciones apestan, olvídate de la felicidad en pareja que no existe, o que suelte un: al final todo llega y donde menos te lo esperas encuentras a la persona perfecta. O puede que incluso opte por repetir ese consejo que a mí me dieron... Eso el tiempo lo dirá...





Última escena de Delitos y faltas de Woody Allen (Crimes and Misdemeanors, 1989)

domingo, 15 de febrero de 2009

De la distancia

Today is a sunny day in Tokyo

Esto es, entre otras cosas, lo que me escribe alguien a miles de kilómetros de distancia, que pese a todo, sigue acordándose de mí para felicitarme fechas especiales, como el San Valentín de ayer. Que me sigue mandando fotos de vez en cuando para que vea cómo transcurre su vida y que se molesta en no perder el contacto a pesar de que un abismo de distancia y lenguaje nos separe. Y yo no puedo evitar que una sonrisa cruce mi cara de oreja a oreja, al comprobar una vez más eso que alguien dijo una vez de la distancia no la hacen los kilómetros, la hacen las personas. Porque cada vez tengo más claro que hay personas a las que siento cerca muy cerca, aunque estén lejos muy lejos. Personas a las que no puedo ver, o tocar con las manos, pero que han conseguido atravesar las barreras de mi piel y colarse dentro de mí con la intención de quedarse, con un poco de suerte, para siempre.

Today is a sunny day in Madrid, le respondo. Y luego miro ese mismo cielo azul que alguién más estará mirando en cualquier otra parte.

Y por un momento, lo contemplamos juntos.



miércoles, 11 de febrero de 2009

De la falta de inspiración

Manuel era un afamado escritor de relatos eróticos que trabajaba para una de las más conocidas revistas gays del país. Había publicado varios libros y disfrutaba de lo que cualquiera desearía hoy en día: reconocimiento, dinero, sexo y una amplia vida social. No se podía decir que le faltasen los hombres, sin embargo en los últimos meses venía experimentando la peor de las cosas que le pueden suceder a un escritor, la falta de inspiración . Una noche, cansado y agobiado por el trabajo acumulado, se lo confesó a su editor y amigo personal, Alberto:

- Manuel, estamos preocupados por tí. Ultimamente los relatos que nos has enviado no siguen la línea que acostumbrabas a seguir... ¿Te pasa algo?
- Se lo que me vas a decir... son demasiado... demasiado románticos, ¿verdad?
- A decir verdad Manuel... sí. Son relatos eróticos... y en el último que nos has mandado... en fin, no hay ni un sólo momento de sexo... ¿Seguro que estás bien?
- Pues no... No lo estoy. No se que me pasa de verdad, pero no puedo escribir novela erótica, me sale rosa. Intento escribir sobre... ya sabes... orgías, penes descomunales, cruising, saunas... y sólo me sale hablar de parejas que se enamoran, días de San Valentín, y menús de boda...
- Vaya... pensé que simplemente estarías un poco deprimido, eso es todo.
- No, no es sólo eso, es algo que está dentro de mí. Creo... creo que estoy volviendo a creer en el amor...
- ¿¿En el amor?? No se chico... me dejas helado... A estas alturas de tu vida que empieces a creer en el amor... Quiero decir que... ya no me sorprende nada, por ejemplo tengo un amigo que el otro día me confesó que se iba a operar para ser mujer... y otro que se ha hecho mormón así de repente... Pero creer en el amor... jaja eso es un.. un disparate la verdad.
- Pues creo que es lo que me está pasando a mí.
- Bueno, no le des demasiada importancia, todos creemos en el amor en algún momento, cuando ves películas como Titanic, Moulin Rouge... yo que sé... Shakespeare in Love... Pero dura unos minutos, luego se pasa y vuelves a la vida real.
- Mira, yo lo único que se es que el otro día estaba trabajando en un relato sobre un chapero que se va de la ciudad porque no le queda nadie más a quien tirarse y me sorprendí a mí mismo cuando el chapero se había convertido en un fiel esposo, amo de casa y cuya única preocupación era que las cortinas de su salón hiciesen juego con el color del sofá.
- Pff... no se qué decirte la verdad...
- ¡¡Cortinas que casan con el sofá joder!! ¿¿Tú te das cuenta de lo que significa eso?? He perdido completamente la inspiración...
- No digas eso, lo que tú necesitas es un descanso. Conozco un bar. Tú vas allí, dices que vas de mi parte, y en la parte de atrás hay un cuarto oscuro que...
- No, no quiero eso.
- Pues haz un trío. Yo siempre que me siento mal hago un trío y se me pasa.
- No, tampoco quiero un trío... Sinceramente lo que quiero es dar paseos por el parque, ver películas de Audrey Hepburn y... y que mis cortinas hagan juego con el sofá.
- Mira, te confesaré algo, yo mismo el otro día estaba follándome a un tío en mi gimnasio y de pronto sentí algo como en el estómago... por esta parte... al principio te juro que creí que era amor, pero luego fui al médico y por suerte era sólo una gastritis, me mandó un antiácido y en fin, se me pasó.
- No creo que lo mío se solucione con un antiácido.
- Pues haz un trío en seri-
- ¡¡Que no quiero un trío coño!!
- ...
- Pff, es que... es que veo un tío por la calle y no pienso: ¿cómo la tendrá de grande?, lo que pienso es: ¿querrá tener hijos?
- ¿No te estarás volviendo hetero?
- Pero qué dices joder...
- Yo que sé, empiezas a hablar como uno...
- No se... estoy desesperado...
- En fin, trata de no pensar en ello. ¿Qué vas a hacer mañana?
- Tengo que ir a IKEA.
- A IKEA, ¿para qué?
- He decidido cambiar las cortinas.

domingo, 8 de febrero de 2009

La generación sin armario

Hace ya tiempo un amigo me preguntó que qué hacía yo para cambiar el mundo. Fácil, le respondí. Yo lucho por la igualdad de aquellos que como yo, aman a gente de su mismo sexo. ¿Y cómo lo haces? me contestó incrédulo. Simplemente viviendo tal y como soy, le dije.

Y es que aunque a veces nos parezca que no, eso que algunos llaman el activismo de hecho, es decir el luchar por nuestros derechos simplemente no escondiéndonos, es la forma más sencilla pero también más eficaz que existe de lucha. Está claro que la visibilidad abre las mentes y cada vez que alguno de nosotros dice: he quedado con mi novio, ayer conocí a un chico o he salido del armario en el trabajo, está haciendo mucho más que si cada año acude al desfile del orgullo en sagrada procesión, está formando los cimientos de esa nueva sociedad que entre todos creamos. Esa sociedad en la que con suerte la gente no será discriminada por su raza, sexo, u orientación sexual. Esa que todos anhelamos y que por mucho que aparezca en la Constitución, tantas y tantas veces no se corresponde con la realidad.

Y todo esto viene a que hoy aparecía en primera plana del País Semanal éste artículo titulado "La generación sin armario", que habla de cómo esta última generación, la nuestra, puede y de hecho ejerce su derecho a vivir en total libertad amando a quien quiera amar.

Puede que hoy peque de optimista, aunque creo que se compensa por todas esas veces que peco de lo contrario, pero no deja de sorprenderme cómo las nuevas generacions van asumiendo con cada vez mayor normalidad la homosexualidad. Cómo los personajes gays en las series se multiplican, los referentes están por doquier y el hablar del tema ha pasado del tabú a la más absoluta normalidad. Un chico me decía el otro día que en su insituto hay no se cuántos gays y lesbianas fuera del armario y yo no puedo evitar compararlo con mi colegio... donde lo más gay que teníamos era el rosa del salón de actos.

De igual forma me quedé atónito cuando una alemana se sorprendió porque mis padres no supieran que era gay: pensé que en España eso era muy normal, me dijo. Lo mismo que cuando escucho los comentarios de americanos que me dicen: tendré que ir a España a casarme porque aquí la cosa está difícil. Porque por mucho complejo que tengamos los españoles, parece que vamos de los primeros en algo, y afortunadamente ese algo esta vez es progreso.

Por eso hoy no quiero hablar de obispos, familias tradicionales, armarios o estereotipos. Hoy simplemente quería deciros que soy un chico con ganas de enamorarse. De enamorarse de otro chico por supuesto.

viernes, 6 de febrero de 2009

Dos puntos de vista

Juan y Nacho eran absolutamente opuestos a la hora de enfocar las nuevas relaciones. Mientras que Juan pensaba las cosas una y otra vez, sopesaba cada pro y cada contra, Nacho se lanzaba en cuanto podía a la piscina, sin importarle lo más mínimo si esta estaba llena o vacía, o si lo que había dentro era agua o ácido sulfúrico.

Ambos eran amigos desde hacía tiempo y no era la primera vez que hablaban de un tema en el que jamás se ponían de acuerdo. Juan recriminaba a Nacho el ser tan loco, el no racionalizar las cosas, dejándose llevar siempre por las emociones sin una pizca de sentido común que le ayudara a discernir en el momento de tomar una decisión. Nacho por su parte recriminaba a Juan el ser tan cerebral, tan sumamente frío e incapaz de dejarse llevar por los sentimientos sin anteponer siempre una supuesta cordura. Cordura que en opinión de Nacho no hacía si no impedirle disfrutar del momento y enmascarar su enorme miedo e inseguridad personal.

Sin embargo, ni Nacho ni Juan eran inmunes a los desastres del amor, por muy diferentes que fueran sus enfoques. Nacho solía ir de desilusión en desilusión, sufriendo por amores no correspondidos, por heridas incurables y por culebrones que él mismo se buscaba. Juan por su parte vivía eternamente arrepentido por cosas que no había hecho, por momentos perdidos que no volverían y con la eterna duda del : ...y si hubiera... Pero por supuesto, en lo más profundo de su ser, Juan envidiaba la espontaneidad de Nacho. Y Nacho el raciocinio de Juan.

Un día, en una de sus típicas conversaciones comenzadas con un: te conozco muy bien y..., llegaron a la conclusión de que algo tenían que cambiar en sus vidas. De que necesitaban encontrar ese término medio que les proporcionase la estabilidad y la felicidad buscadas.

- Tenemos que ayudarnos a encontrar ese equilibrio- Dijo Juan
- Ya... ¿pero cómo lo hacemos?
- No se... ¿se te ocurre algo?
- Sí...
- ¿El qué?
- Si tu no fueras hetero podríamos liarnos y nos compenetraríamos perfectamente...
- Joder Nacho, ¡siempre estas igual!

Y ambos estallaron en risas, conscientes de que encontrasen o no la solución, juntos los problemas que viniesen siempre serían un poco más soportables.

lunes, 2 de febrero de 2009

Cambios

Después de dejar sonar el teléfono durante toda la mañana por fin me decidí a cogerlo:

- Buenos días le llamamos de TeleSeXo, ¿es usted Yes?
- Sí, soy yo...
- Don Yes le llamábamos porque nos han devuelto el recibo del pasado mes de enero.
- Ya... lo sé...
- Verá, si usted desea continuar recibiendo nuestro servicio tendrá que abonar de nuevo el recibo correspondiente al mes anterior.
- Ya... ya, pero es que se trata de eso, quiero darme de baja.
- ¿No está usted conforme con el servicio que le ofertamos?
- Pues a decir verdad... no, no lo estoy.
- Aquí me aparece que usted tenía contratado un servicio de Sexo esporádico con posibilidad a algo más de manera indefinida. ¿Está usted conforme con seguir recibiendo dicho paquete o prefiere cambiarlo por algún otro?
- Pues no... no quiero cambiarlo, la verdad es que simplemente quiero darme de baja.
- ¿Podríamos conocer el motivo por el cual usted no está contento don Yes?
- Pues tengo mil motivos la verdad, pero estoy cansado. Aburrido de esuchar siempre las mismas historias, de conocer gente que siente poco o nulo interés en mí, de aguantar tonterías y de seguir la dinámica impuesta de sexo rápido, fácil y como no, vacío.
- En ese caso, don Yes, le comunico que existe otro paquete denominado Sexo una vez al mes que quizás no le acarree tantos quebraderos de cabeza...
- Pues mire, es usted muy amable pero todo me parece lo mismo, así que deme de baja y ya está...

Y tras tramitar mi baja en TeleSeXo llamé al teléfono de información y simplemente dije:

- Me da el número de la Asociación de Asexuales por favor...